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"Circunscriptos a sus islas estos hombres tuvieron que improvisarse herreros, carpinteros, tuvieron que ensayar sistemas de cultivo, de poda, de injerto, hacer de médicos, de agrónomos y de albañiles, y a través de la ejecución de trabajos tan diferentes adquirieron la ciencia de las cosas, esa ciencia que es el privilegio de Ulises, orgulloso, no sólo de su inflexible arco, sino también de haber construido su propia cama."

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Roberto Arlt. "Los problemas del Delta y otras Aguafuertes"

Ignacio Virasoro - Autorretrato.jpg

I. Virasoro           Autorretrato.  

Quiénes hacemos Mascarón.

 

                Podría decir que, al menos por ahora, Mascarón es un proyecto personal. Soy quien dibuja las ilustraciones y elige sus temáticas; quien los digitaliza y retoca; soy quien compra los insumos y fabrica las artesanías; coso las hojas con las mismas manos con que estampo los diseños en las portadas, con que las pinto y barnizo, con que barro el aserrín. De mí también depende la difusión, la diagramación de la web y la redacción o elección de sus textos. Llevo la contaduría y estimo los gastos y beneficios del productivo. Pero sobre todo soy quien sueña con el proyecto, el que se entusiasma con sus logros y quien se desvela planificando cómo superar sus limitaciones.

                Aún así, es posible que este proyecto no existiese sin la colaboración de Lucía, quien me acompaña en el día a día, pero sobre todo me soporta en las frustraciones y me devuelve su mirada ante mis desbordantes expectativas.

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La construcción del proyecto.

 

                Si bien Mascarón se originó como un proyecto productivo con la intención de lograr un ingreso extra, en esta tarea que los trabajadores de la economía popular llamamos “inventar nuestro propio empleo”, lo cierto es que desde el principio se orientó como una búsqueda de experimentación y formación artística. “¿Qué puedo ofrecer yo que ninguna súper máquina industrial puede lograr fabricar en menos tiempo y más barato?” me pregunté cuando comencé con las primeras carpetas. La respuesta saltó a la vista: ninguna máquina, y ni siquiera el más especializado ser humano, podría lograr jamás transmitir mi propia mirada. Claro que podían hacer otras cosas, quizás mejores. Pero nunca crearían las imágenes que solo mi forma de ver el mundo puede plasmar.

                No me interesa hacer cuadernos con estampados industriales importados de alguna fábrica del mundo. En Mascarón jamás se verán telarañas en relieve, lechucitas de colores ni emoticones ciclotímicos. Cada ilustración tiene a su autor detrás, con emociones y sueños, con intenciones y frustraciones, navegante de cada línea pintada sobre el papel. Es que Mascarón es también una manera de compartir las creaciones de esta hermosa actividad que comienza de niño y que muchos abandonan frente a la crítica competitiva de la adultez; una actividad que hace falta alimentar día a día y que algunos sentimos que el cuerpo nos lo pide como un hábito necesario para dejar salir lo que ya no podemos contener adentro, pero que muchas veces no sabemos qué hacer después con eso.

                Quizás, si fuese solo esto, todo sería más simple, y bastaría configurar algunas reglas de composición para que una computadora termine suplantándome. Pero no me basta con aportar un granito de belleza estética a un mundo lleno de miseria, ni con ser un eslabón más llenando de mercancías exclusivas el abarrotado mercado del consumo cultural. Para sentirme vivo y ser humano, para saber que no soy simplemente una máquina traccionada a sangre, engranaje sustituible de la industria moderna, me es necesario reconocerme como un ser histórico, producto de mi tiempo, de la región donde nací y de la que elegí para vivir; parte de una sociedad que me construye y a la vez reconstruyo con cada acción y cada decisión.

                Y para eso no alcanza con suplantar las reglas autoritarias y explotadoras de un patrón para terminar sometido a las reglas igualmente autoritarias y explotadoras de un mercado gobernado por miles de patrones. Realizarnos como seres humanos, romper las ataduras de la opresión que nos someten a la explotación del trabajo, no es posible a través del camino individual que nos enjaula en pequeñas burbujas. Como dijo Paulo Freire: “nadie libera a nadie, ni nadie se libera solo." Nos liberamos en comunión. Y para eso necesitamos conocernos, recordar la historia, discutir ideas, organizar acciones. Harán falta mucho más que mil palabras.

                Por eso, a más de tres años de haber comenzado Mascarón, emprendí la tarea de la edición de textos. El objetivo es acercar y difundir aquellas historias e ideas que parecen olvidadas o que necesitan un impulso para crecer. Palabras que nos identifican, que completan nuestros pensamientos, que critican nuestra praxis, que le dan lugar a nuestros mismos sentimientos. Autores que buscaron soluciones a problemas similares a los nuestros, y que pueden servir de escalones para la búsqueda de nuevas y mejores soluciones, adaptadas a nuestro tiempo, nuestro entorno y nuestros propios proyectos.

                Es una incipiente tarea en la que quisiera poder compartirles textos de historia y teoría política, intentado favorecer el conocimiento y la crítica sin dogmas ni prejuicios. Textos que cuenten sobre la identidad cultural y natural de nuestra región isleña y litoralense, enmarcados en la realidad latinoamericana, del mundo de hoy y del pasado en que se viene construyendo. Quisiera poder mostrar las expresiones artísticas de los pueblos en lucha, que sirvan de inspiración para las nuevas construcciones creativas, herramientas reactivas de la liberación.

                Claro que no busco volverme rico ni mucho menos. Los límites de la edición artesanal son inmediatos. Entiendo que cuanto más económicamente sustentable sea el proyecto, tanto más tiempo podré dedicarle yo y todas aquellas personas que quieran participar, en lugar de vender la fuerza de trabajo y voluntad por las devaluadas monedas que pagan en el mercado laboral. Pero por ahora sería feliz con solo poder proveer de algunos títulos, de manera totalmente gratuita, a algunas bibliotecas de la región. Quizás, algún día, yo mismo pueda abrir una biblioteca.

Bienvenidas a embarcarse aquellas personas que quieran navegar estas mismas aguas. Llegó el momento de izar las banderas. Nuestros son los pulmones que soplarán los vientos de libertad.

I. Virasoro

Agosto 2019

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